La
bioética médica, que ha sido la dominante durante las tres pasadas décadas,
muestra señales de agotamiento por el hecho de haberse consumado como paradigma
de la medicina y la atención de la salud, el paradigma bioética (biocultural)
respecto del paradigma biológico tradicional. Bioética vendría a ser así la
expresión normativa de transformaciones de la actual medicina que configuran su
nueva filosofía. De uno a otro debate, el inicial sobre el aborto en los 70 y
el terminal sobre la eutanasia en los 90, entre el a y el w en el dominio de la
vida, se habría extendido todo el espectro posible de la bioética médica.
El
paradigma bioética significa una nueva manera de entender la medicina, a partir
de una tecnociencia biomédica pigmaliónica que hace del cuerpo humano un objeto
cada vez más plástico, al cual no se contenta sólo con restaurar sino que
aspira a transformar o perfeccionar; a partir de un individualismo narcista que
legitima como decisiones autónomas tratamientos médicos o intervenciones que
satisfacen deseos personales relativos a nuestra biología (como por el momento
la reproducción, la apariencia física, la sexualidad), a partir de una
medicalización knockista de la vida que convierte a la salud en un bien de
consumo similar a otros bienes humanos como el bienestar o la felicidad.
Pigmalión o la medicina del deseo, Narciso o la utopía de la salud, Knock o la
medicalización de la vida conforman la narrativa posmoderna de la medicina y la
atención de la salud que origina el paradigma bioética, cuya clave es el
carácter normativo y la inversión del sentido (tradicional) de los conceptos de
salud y enfermedad.
La
bioética global, que permaneció adormecida hasta su revalidación incluso por el
mismo Potter a fines de la última década, ha tomado la posta de la bioética
clínica en el cambio de siglo y milenio, a favor del escenario catastrófico de
la ecología, el avance vertiginoso de la revolución biotecnológica y la crisis
del orden mundial globalizado. Globales son los temas que abren la agenda
bioética de este siglo, como la decodificación del genoma humano, la
investigación con células estaminales, la clonación, los xenotrasplantes, la
epidemia HIV/SIDA y ahora la no descartable reversión apocalíptica de los
asuntos humanos. La necesidad de contenciones normativas se extiende hoy más
allá de las fronteras nacionales -por ejemplo, un consenso "geoético"
sobre los límites de la biotecnología-, pero los obstáculos a los acuerdos
éticos globales son formidables, dadas las diferencias éticas, religiosas y
culturales del mundo.
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