Las pruebas para cultivar
ápices y meristemos aislados de diferentes angiospermas datan del siglo pasado.
En 1893 Rechinger intentó crecer en
arena, con y sin nutrientes adheridos, yemas aisladas de Populus nigra y
Fraxinus ornus se observó formación de callos básales y una ligera
expansión de las partes superficiales, aunque no hubo desarrollo del sistema radicular
(citado por Sahbdé y Murashige, 1977).
Yemas
aisladas de Ceratopteris thalictroides (Brougn,
1908) crecieron en turba, produciendo hojas que fueron más pequeñas y
morfológicamente más simples que las de las plantas progenitoras
(citado por Sahbdé y Murashige, 1977).
Posteriormente,
Robbins (1922ª) hizo los primeros
intentos para cultivar ápices aislados en un medio artificial (in
vitro). Ápices de col de 1 cm de diámetro (Brassica oleracea, var
capitata), maíz (Zea mays) y algodón (Gossypium
herbaceum) mostraron un desarrollo limitado cuando crecieron en un medio que
contenía sales inorgánicas y glucosa; solo hubo
respuesta en los ápices de col y maíz en condiciones de oscuridad (se observó
desarrollo de hojas cloróticas y algunas raíces).
Withe (1933) obtuvo
resultados positivos al cultivar ápices aislados de Sellaría media en gotas
colgantes, en donde los ápices sobrevivieron algunas semanas. Hubo formación de
pequeños primordios y no se observó diferenciación completa.
Ball (1946) realizó un con ápices de Tropaeolum majus L. y Lupinus albus L., dos
angiospermas morfológica y fisiológicamente diferentes. El inóculo consistió en
el meristemo apical más tres primordios de hoja y algunos tejidos subyacentes
de tallo. Los ápices de ambas plantas desarrollaron plantas completas en
diferentes medios nutritivos.
La importancia de Ball radica en que surgió que la perpetuación
del crecimiento y organogénesis en meristemos apicales de
angiospermas requiere de tallos subyacentes y primordios de hoja.
El primer
resultado positivo fue reportado por Wetmore
y Morel (1949), y Wetmore (1954), con criptógamas vasculares como Adiantum
spp, Osmunda spp y Seleginella spp. Las puntas de esas plantas medían
de 100 a 150µ de longitud y se desarrollaron en solución de
Knop y 3% de sacarosa (este medo resultó inadecuado para plantas superiores).
Ball
(1960) probó el
cultivo de meristemos apicales de Lupinus albus L. en un medio que contenía
aminoácidos, leche de coco, ácido giberélico y vitaminas, observando sólo una pequeña
elongación del meristemos. Al repetir el experimento, dejó algunos primordios
de hoja a los meristemos y obtuvo plantas completas. Con base en estos
resultados Ball concluye que: a) El meristemo apical exhibe una dependencia hormonal
y nutricional por el tallo subyacente y primordios de hoja, y b) El meristemo
apical de angiospermas sufre una diferencia bioquímica que le impide producir ciertas
sustancias esenciales para el crecimiento y mantenimiento de un meristemo determinado.
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