El crecimiento rápido de los cultivos a tasas mortales
exige más mano de obra y aumenta la posibilidad de pérdidas debidas a
accidentes o a contaminación microbiana durante la repetición continua de los
subcultivos; es necesario entonces reducir el mínimo la frecuencia de los
subcultivos, con lo que se logra además minimizar la posibilidad de variación genética.
El método consiste en mantener los cultivos (Yemas, plántulas
derivadas de nudos o directamente de meristemos) o químicas (composición del
medio de cultivo) que permite extender al máximo el intervalo de transferencia
a los medios frescos, sin que ello afecte la viabilidad de los cultivos.
La tasa de crecimiento de los cultivos in vitro puede
controlarse empleando, principalmente, los siguientes factores; temperatura,
nutrimentos inorgánicos y orgánicos, reguladores del crecimiento, y concentración
osmótica del medio.
Otros factores, como el tamaño de los tubos de ensayo
o de los frascos, la calidad y concentración del agente gelificante, la adición
de carbón activado al medio, la limitación de la oxigenación, la intensidad de
la luz y del fotoperiodo, entre otros, son también importantes en el control
del crecimiento.
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