La estabilidad genética de los cultivos ha sido,
durante mucho tiempo, un motivo de inquietud cuando se piensa aplicar las
técnicas in vitro para la conservación del germoplasma. El material recuperado
de la conservación in vitro debe representar genéticamente al material
utilizado. Cualquier sistema de cultivo in vitro será inaceptable si introduce
un alto riesgo de inestabilidad genética o de selección entre genotipos – o de
ambos casos (Withers, 1988).
En cultivos propagados vegetativamente se han aplicado
criterios morfológicos para caracterizar los genotipos, diferencias que son
difíciles de detectar en los cultivos propagados in vitro. Se ha señalado que
la variación genética causada por un reajuste cromosómico puede presentarse en
el cultivo de tejidos (D, Amato, 1964). Existe también una correlación entre el
tiempo en el que el material vegetal se cultiva como callo y la probabilidad de
que ocurran en el cambios cromosómicos; esto podría causar un cambio hacia un
tipo variante en la propagación in vitro (Schilde-
Rentschler y Roca, 1987).
Los sistemas de cultivo de tejidos presentan
diferentes niveles de riesgo de variación genética. Así, por ejemplo, los
sistemas más estables son los cultivos de meristemos y la micropropagacion
nodal; les siguen los embriones somáticos y las yemas adventicias; por último,
los más inestables, en teoría, son los cultivos de células y protoplastos. Igualmente,
entre las dos estrategias de conservación in vitro – el crecimiento lento y la
crioconservacion- hay posibilidades de variación debidas a la posible regeneración.
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