La última fase
del proceso de micropropagación, llamada Fase 3, incluye los procesos de
enraizamiento de la microestaquillas obtenidas en la Fase 2 de multiplicación y
su aclimatación a las condiciones ex vitro.
Es una
práctica corriente realizar in vitro el enraizamiento de la microestaquillas,
pero esto produce problemas en muchas ocasiones. Así, Grout y Aston Hort. Res., 17, 1 (1977) observaron cómo tras el
enraizamiento in vitro de sus plantas la zona de transición entre la raíz y el
tallo era anormal, con unas conexiones vasculares débiles y malformadas, lo que
producía problemas en la absorción y circulación de agua desde las raíces al
tallo. Esta disfunción se corrige, al menos parcialmente, tras una adecuada
aclimatación. En otras ocasiones el problema estriba en que las raíces que
crecen en agar son defectuosas, carecen de pelos radicales y suelen necrosarse
al trasplantar las plántulas, lo que provoca una parada en el crecimiento de la
planta [(Deberg y Maene, Scientia Hort.,
14, 335 (1981)]. También se ha observado como las raíces formadas in vitro
eran gruesas y con pelos radicales engrosados y anormales, siendo sus sistemas
vasculares anómalos, en comparación con raíces formadas en un sustrato arenoso.
En las raíces que no mueren durante el proceso de trasplante se producen nuevas
raíces laterales y adventicias normales durante el proceso de aclimatación y
estas ya crecen activamente. Por ello la razón raíz: tallo siempre es más alta
en plantas enraizadas ex vitro que in vitro.
Entre los
factores a considerar en el enraizamiento de microestaquillas tanto in vitro
como ex vitro están el tamaño de la microestaquilla, su cobertura foliar, los
reguladores de crecimiento utilizados en la inducción, y las condiciones
medioambientales de temperatura, luz y humedad.
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